Hubo un tiempo —no tan lejano— en que un mensaje privado era el nuevo evangelio político. Bastaba una captura en el momento oportuno, una filtración jugosa y media bancada socialista se erguía con la toga de la justicia, clamando por la regeneración democrática y el fin del oscurantismo del Partido Popular. ¿Se acuerdan? «M.Rajoy», los «Luis, sé fuerte», los whatsapps de Cospedal, o cualquier conversación que oliera a poder mal gestionado se convertía en estandarte de oposición, en titular, en causa mayor.
Y qué curioso: hoy, cuando los mensajes tienen acento andaluz, manchego, extremeño o sabor a exministro (hola, Ábalos), la música cambia. Donde antes había condena, ahora hay prudencia. Donde antes se exigía dimisión, ahora se pide contexto. Y si el mensaje lo reenvía Margarita Robles o Pablo Iglesias asoma por la pantalla con un “yo tengo más”, entonces lo que toca es la teoría del complot, el “no es lo que parece”, o directamente el “eso es cosa del pasado”.
El desfile de mensajes en este teatrillo sería cómico si no fuera trágico. Lambán, Page, Vara, Ábalos… todos con móvil en mano y algo que decir, o algo que leer, o algo que filtrar. Y claro, a estas alturas, no sabemos si estamos en una serie de Netflix o en un debate parlamentario. Eso sí: las hemerotecas están cargadas y las contradicciones, al rojo vivo.
Porque si el PSOE construyó parte de su moralidad política en la crítica a los mensajes del adversario, ¿cómo no va ahora a asumir con la misma dignidad los propios? ¿O es que la ética digital también tiene carnet? Quizá el problema no es el contenido de los mensajes, sino quién los lee y en qué momento.
Al final, lo que queda en evidencia no es solo el doble rasero, sino la fragilidad de los discursos cuando el espejo deja de apuntar al otro y comienza a reflejarse a sí mismo. Así que sí, seamos coherentes: si ayer los mensajes eran prueba, hoy no pueden ser anécdota. Si ayer servían para enjuiciar al PP, hoy deben bastar para cuestionar al PSOE.
Y si no, que alguien lo diga por WhatsApp. Que seguro que alguien lo filtra.