De la Moncloa a Bruselas: el chantaje lingüístico que sostiene a Sánchez

Europa, ¿me recibes? Aquí el peaje lingüístico de Sánchez

Después de haber convertido el Congreso de los Diputados en una clase de filología exprés —con traductores, pinganillos y escenas que rozan lo absurdo—, el presidente del Gobierno ha decidido que Europa no podía quedarse fuera de esta verbena de lenguas. Porque claro, si para aprobar unos Presupuestos hay que prometer que el gallego, el euskera y el catalán suenen en Bruselas como si fueran las lenguas del Tratado de Roma, pues se promete. Faltaría más.

Pedro Sánchez, ese gran europeísta de última hora, ha hecho de la «diversidad lingüística» un acto de fe… o, mejor dicho, un acto de investidura. No es que Europa lo pidiera, ni que fuera urgente para la gobernanza de la Unión. No. Es que Junts y compañía pusieron precio a su «sí» y en esa factura venía incluido el uso de las lenguas cooficiales en las instituciones europeas. Una especie de Erasmus de los pactos: tú me das el poder, y yo convierto al Parlamento Europeo en la Torre de Babel versión 2.0.

Y claro, cuando llega la hora de negociar en Bruselas, resulta que la cosa no es tan sencilla. Que si los costes de traducción, que si la viabilidad jurídica, que si hay que convencer a los 26 socios restantes… aunque eso a Sánchez le da igual. Él lo lanza, se hace la foto y ya si eso, que lo resuelva otro. Porque esto no va de lenguas, va de cheques en blanco. Va de dar sin recibir, de prometer sin calcular y de sacrificar la coherencia institucional en nombre de la supervivencia parlamentaria.

¿Que el francés y el alemán se usaron para construir Europa y ahora resulta que hay que incluir también el bable, el silbo gomero o el esperanto si alguien lo exige? Pues todo sea por gobernar.

El problema, claro, no es la riqueza lingüística. España es plural, y eso es una fortaleza. El problema es usar esa pluralidad como moneda de cambio, como rehén político. Convertir lo que debería ser un símbolo de unidad en una herramienta de chantaje parlamentario.

¿Acuerdo en Europa? Sí, claro. Aunque cuando convenga. Cuando interese. Cuando toque hacerse el estadista.

Porque al final, si para gobernar hay que hablar en varios idiomas, Pedro Sánchez lo hará encantado: en gallego a Junts, en euskera a Bildu, en catalán a ERC y en castellano… sólo si no queda más remedio.

Y mientras tanto, España, esa que sigue esperando acuerdos reales, reformas valientes y política con mayúsculas, tiene que conformarse con un nuevo idioma inventado: el sánscrito de la supervivencia, donde todo se dice para no decir nada… y todo se promete para no cumplir nada.

Eso sí: cuidado, que Emerge un nuevo tiempo político. Uno donde la pluralidad no sea excusa para el privilegio, y donde gobernar no signifique rendirse a los peajes de siempre.

Foto de EFE/EPA/Julien Warnand

You Might Also Like

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.