La sociedad quería un cambio. Había una causa y tenía un efecto: desconexión.
La mayoría de los ayuntamientos y comunidades autónomas canjearon a sus dirigentes por unos nuevos. Muchos de ellos no por decisión directa sino por acuerdos minoritarios para desbancar al más votado. Es el resultado del aislamiento.
Nos hemos quejado tanto de lo que no queríamos que cuando tenemos delante lo elegido comenzamos a preguntarnos si realmente este es el cambio tan ansiado.
Es difícil cubrir las expectativas cuando lo que acontece no es lo contado y lo que hay no es lo prometido. Cien días no son suficientes para un proyecto político aunque sí lo son para que la sociedad perciba la incoherencia entre el decir y el hacer.
Hacer es clave pero en política no cuenta solo lo que hago sino como se explica y argumenta lo que se hace. Las formas crean vínculos o rechazos y el mensaje toma fuerza o se desvanece.
He escuchado buenas iniciativas vendidas de la peor manera. Y no hablo de mala comunicación sino de mal fondo. Del fondo del rencor, la revancha y la vendetta.
Los nuevos políticos aquellos que pedían paso para hacer políticas diferentes están sacando la parte más primitiva del ser humano para cubrir la incompetencia con las ganas. Y eso, no es política eso se llama subsistencia.