Poder, Política y Corrupción

La semana pasada se celebró el I Congreso Internacional sobre Calidad Democrática, Buen Gobierno y Lucha contra la Corrupción dónde participé con la ponencia Poder, Política y Corrupción. En ella se aporté desde el plano más personal del político las siete fases por las que pasa un político para llegar a delinquir. Hablamos de auto-engaño, narcisismo, soberbia e ira, así como de cualidades e items que marcan a un corrupto en su ejercicio de la política. Podremos poner todas las medidas para acotar la corrupción desde el plano más burocrático posible, sin embargo ante los valores personales de un político solo podemos estar atentos a sus hechos.

Las siete fases pasan por el Poder, la Política, los Políticos, el Miedo, la Mentira, el Silencio y la Corrupción. A partir de ahí todo es posible. Aquí os dejo el desarrollo del tercer ítem, los Políticos.

Todo político que inicia un proceso de coaching es decir, un entrenamiento personal, lo hace con el fin de cubrir unos objetivos que le lleven a una meta concreta, dentro del ámbito político.

Cabe destacar que el  político que se involucra en una mejora personal habitualmente dispone de tres cualidades. La primera corresponde a la pasión, sin vocación política es difícil mantenerse por mucho tiempo en el entramado político sin cruzar la línea de la deshonestidad con uno mismo. En segundo lugar la responsabilidad, donde se asienta la base de sus valores; y desde donde implementa su estilo de hacer política. Una política que le lleva a ser honrado con aquellos a quienes representa, cumpliendo las obligaciones, tanto en el hacer como en el decidir que requiere un cargo público. Como última aptitud siempre es necesaria e imprescindible la sensatez y/o mesura. Toda aquella persona que quiere dedicarse a la política y por lo tanto ejercer como político necesita grandes dosis de prudencia, sentido común  y moderación para que el poder y el ejercicio de la política no les remplacen de sus objetivos iniciales y su meta final, que va alineada siempre con la primera cualidad, la vocación política al servicio del ciudadano.

Cuando un político se encuentra en la encrucijada de mantenerse en la línea de la Integridad Política le surgen bloqueos, dudas, situaciones conflictivas, inquietudes, reflexiones, aprendizajes, estrategias, conocimiento y descubrimiento de sí mismo, incluidos sus propios puntos ciegos. Esos matices de la personalidad de los que uno no es consciente, o se ve imposibilitado para reconocerlos.

Todas las personas, incluidas aquellas con dedicación al servicio público en mayor o menor medida tienen cualidades que les imposibilitan y frenan a la hora de alcanzar sus metas.

Existen varias situaciones que hacen que el político entre en una espiral de descontrol de su propio entorno político por su afán de esfuerzo desmedido, su ausencia de la realidad, su necesidad de parecer perfecto, una amplia ambición ciega, la necesidad de reconocimiento constante y una gran sed de poder. Un poder que mal gestionado se convierte en una droga diaria que hace de él un ser incoherente de sus palabras frente a sus hechos.

Por lo tanto y como consecuencia del entorno político actual, el político que reclama la sociedad es lo opuesto a una persona sin valores, sin responsabilidad y sin sentido común. La sociedad exige ante el escenario político y la desafección de la ciudadanía, no por la política sino por el uso que se le está dando, a un político que sepa desarrollar nuevas competencias y habilidades emocionales que le lleven a tomar el lugar que la desconfianza ha colonizado en la última década. La sociedad ya no reclama solo buenos oradores y artistas de la palabra. La ciudadanía ofrece su confianza a aquellos políticos que implementan la política en la que ellos creen independientemente del partido donde militen.

Por ello un primer paso al que se enfrenta un político es tomar conciencia política de las nuevas reglas y corrientes sociales, incluso aquellas que no están en primera línea. Se hace imprescindible para cualquier político saber interpretar adecuadamente la realidad externa así como la realidad interna de los partidos. La política de hoy necesita personas influyentes y persuasivas que sean eficaces y sepan captar la atención de la ciudadanía. Políticos que sepan utilizar estrategias indirectas con el fin de llegar al consenso y obtener el apoyo de los demás.

Inspirar y guiar a la sociedad es una habilidad de pocos, tal como se encuentra el contexto político. Ejercer el liderazgo parte de la base del ejemplo. Es trasladar con hechos lo que se emite con la palabra. El político que capta los sentimientos no expresados de la sociedad y los lleva a una realidad en beneficio de ésta consigue credibilidad.

El político de hoy debe encontrar puntos de encuentro entre el partido, su política y la política que necesita su comunidad, por ello requiere la capacidad de negociar y de saber resolver desacuerdos. El manejo de los conflictos conlleva una disposición de pensamiento interno calmado y la habilidad de expresión adecuada. Por lo tanto la capacidad de escucha dentro de la comunicación, acerca al político a un matiz más humano y menos codicioso pudiendo mostrarse a resolver las cosas dialogando en lugar de dejarse llevar por emociones irracionales que lo posicionan incluso en el ámbito de la agresividad.

El político de hoy necesita descubrirse, conocerse, saber cuáles son sus recursos, capacidades e incluso sus limitaciones y ahí tiene gran importancia el trabajo implementado junto a un Coach Político que ayuda a que el político sea consciente de sus puntos fuertes así como de sus debilidades.

La persona que tiene una adecuada valoración de sí mismo experimenta nuevas alternativas, descubre nuevos puntos de vista que suman a su actividad política; y como consecuencia influyen al desarrollo y mejora de la comunidad. Como resultado obtienen una conciencia emocional trabajada, avanzada de modo que saben reconocer el modo en que sus emociones afectan a sus decisiones y a su vez como sus valores se convierten en la guía de sus decisiones.

Mantener bajo control las emociones e impulsos conflictivos posiciona al político y a su persona en un equilibrio emocionalmente sano. Saber permanecer concentrados, positivos e imperturbables aún en los momentos más críticos, en un entorno donde los intereses, las zancadillas y el ego son los protagonistas principales, requiere un autocontrol que en política se convierte en un «deporte de riesgo». Sin embargo, la política conlleva a su vez una motivación interna orientada al logro, donde a pesar de los inconvenientes surge un impulso que dirige al político a mejorar y satisfacer un modelo de excelencia dentro de su entorno y al servicio de la sociedad.

Esa es la esencia de la política. Cuyos valores necesariamente se asientan en la honestidad, la integridad y la responsabilidad del propio político teniendo la aptitud de admitir y asumir sus propios errores. No dejando de señalar, castigar y reprobar las acciones poco éticas de los demás, incluyendo a su propio entorno e incluso partido, a sabiendas de convertirse en un «renglón torcido» dentro de su propia organización. Y ser ese renglón torcido no significa tener ausencia de compromiso, pues aquel que sintoniza con los objetivos de su partido y con los objetivos de la sociedad está dispuesto a sacrificarse en aras del objetivo superior de su propia organización.

Un político comprometido busca activamente oportunidades para cumplir el cometido de su partido y que a su vez esté alineado con la misión de su proyecto político y con los intereses de la sociedad. Un político que se anticipa, reconoce y satisface las necesidades de los demás está orientado hacia el servicio percibiendo de forma activa los sentimientos y puntos de vista de su propio entorno e interesándose activamente por comprender a los demás.

La política actual pide cultivar y comprender las distintas visiones del mundo, siendo sensibles a las diferencias existentes entre diferentes partidos e ideologías. Esto ofrece una oportunidad al político de aprovechar la diversidad en beneficio de la mayoría y no al interés de un grupo minoritario. Para ello el político debe tener una sensación muy clara de su valor y de sus capacidades. La confianza en sí mismo conlleva el poder expresar puntos de vista impopulares, dentro y fuera del partido, y defender sin apoyo de nadie aquello que considera correcto para el ejercicio de su/la política.

Así mismo los políticos de hoy han de darse cuenta de las necesidades del desarrollo de los demás y ayudar a fomentar las habilidades de su propio equipo. El crecimiento de las personas que acompañan al político es proporcionalmente beneficioso al conjunto del entorno y como consecuencia hacia la propia sociedad.

Estar abierto a ideas y enfoques nuevos siendo lo suficientemente flexible para responder rápidamente a los cambios es una cualidad vital de cualquier persona que desee dedicarse a la política. La innovación y la adaptabilidad son exigidas en el arte de hacer política pues nada permanece estático y ninguna acción consensuada dura más de una centuria, por eso la confianza en uno mismo, especialmente la seguridad es lo que permite al político ajustar, adecuar y pactar sin reserva las iniciativas anteriormente tomadas en el caso que así la realidad lo exija.

En política prever con optimismo e iniciativa un futuro a corto y medio plazo es en sí crear el sueño que toda sociedad anhela. Saltarse las rutinas habituales cuando la situación así lo requiere para llevar a cabo el objetivo marcado es una oportunidad demasiado generosa que en otros ámbitos es inviable adecuar. La política lleva como compañeros de viaje a «obstáculo» y a «contratiempo» y saber viajar con estas circunstancias sin pensar que son fallos personales es una idoneidad que lleva al político a trabajar más desde la expectativa del éxito que desde el miedo al fracaso.

Si una persona toma la decisión de dedicarse a la política, si tiene ese sentimiento o vocación política y un día desaparece, lo mejor que puede hacer es marcharse. Un buen político debe tener responsabilidad pública como bien se exponía al inicio de esta sección, pues para hacer cosas es necesario tener ganas de hacer esas cosas y ante todo hacerlas bien. Si al contrario de todas las habilidades descritas para ser un buen político la ambición ciega y desmedida se cruza en el camino del político, entonces comenzará un trayecto sin retorno, que tiene como meta final, una habitación de cinco metros, con barrotes como única decoración. Y ahí, solamente ahí, es cuando uno volviendo la vista atrás y el camino recorrido, uno es consciente que la mentira, el miedo y el silencio fueron los peores compañeros de viaje.

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