Era el año de “Naranjito” de Olimpiadas y yo trabajaba para mi segunda compañía Gallaher España después de tres años y medio en RJReynolds vendiendo tabaco. En esta nueva compañía comercializábamos 13 marcas extranjeras. Imaginaros Gauloises, Silk Cut, R1, Fine 120, West, etc. ¿Conocéis algunas de ellas? En los años 90 os aseguro que no.
Cuando comencé en esta compañía éramos dos comerciales, uno llevaba la zona norte de Alicante: Benidorm, Javea, Moraira, etc., y yo, Guardamar, Santa Pola, Pilar de la Horadada, Torrevieja, etc., vamos el sur. Y os aseguro que los rusos, franceses y alemanes por aquel entonces no tenían una presencia asidua y constante para tener una rotación fluida de cajetillas de tabaco ni las ventas que dos décadas después tienen dichas marcas.
Aunque sea algo reiterativa, debo de recordar lo compartido en el anterior post, era buena vendiendo, y a pesar de no tener un censo alto de extranjeros o fumadores fieles a esas marcas, en aquella época una vendía, y vendía donde no se podía vender. No existía un solo estanco en el sur de Alicante que no tuviera representación de aquellas firmas, si bien en el mundo horeca, restaurante, kioskos, etc., fuera más complicado, no por ello imposible.
Un año después, nuestro jefe hizo un trueque de zonas. Para mí era tener a mi alcance el poder demostrar quién era y qué sabía hacer con esas marcas. Muy pronto había aprendido que el valor en una venta lo ponen las personas. Conocerlas era el principal ingrediente para tener éxito. Y conocerlas no me refiero a sus nombres y ponerles cara. Conocerlas suponía mucho más. Era saber cuáles habían sido sus demandas anteriores, cuáles eran sus quejas, el que supieran que llegaba alguien que les escuchaba, que aquello que solicitaban podía tener una respuesta afirmativa o no, pero en definitiva que eso que para ellos era importante, había llegado a alguien que daría un buen uso. A eso dedique mis 30 primeros días. A conocer uno a uno a mis clientes.
No disponía de mucho tiempo, los objetivos mandan, los presupuestos obligan y en las multinacionales dormirse no está dentro de los manuales de acogida.
Durante esos 30 días recogí la información suficiente, para dar una segunda vuelta y vender a cada uno lo correspondiente. Os aseguro que no era fácil. El número de cajetillas era elevado, y la rotación del producto no era muy elevada, así que solo hice lo que mejor sabía hacer. Generar confianza y vender.
Diez días antes de terminar el bimestre, mi jefe estaba en Palma de Mallorca. No existían los móviles pero si “los buscas”. Llame a la centralita, y deje mi mensaje: objetivo bimestre cumplido.
Lección 2:
Conoce tu valor y da valor a lo que conoces. Si uno sabe hasta dónde puede dar. Si uno es consciente de quien es. Cuales son aquellas cosas que le diferencian de la mayoría. No importa que lo que hagas, lo hagan otros. Lo importante es como lo hace uno mismo. Todos tenemos ese qué, esa chispa, que no tienen los demás y por eso somos únicos e irrepetíbles.
No pierdas el tiempo con el valor de otros. Cuando ya tengas el tuyo, véndelo el primero. Luego ya llegará el momento de disfrutar todo lo que a tu alrededor tienes.
El primero que tiene que confiar en ti, eres tú mismo. No sabéis las veces que he escuchado con buenas intenciones, que me estaba equivocando, y no sabéis con qué buenas intenciones, tengo ganas de demostrarles que no.
No sabéis las veces que realmente me han hecho dudar. Pues las expectativas en relación a los resultados no han sido lo más favorables. Ha habido momentos en que nadie ha confiado en mí, solamente yo misma. Y hasta a veces, ha habido momentos en los que ni yo me he creído. Es triste ¿verdad?
A mí me educaron profesionalmente desde la excelencia y además con todos los medios. No es lo mismo sacarte el carnet de conducir con un 600 que con un Mercedes. Entre otras cosas porque el equipo de base de cada uno de ellos marca la diferencia. Yo crecí profesionalmente con los mejores. Yo me inicie en una multinacional, en mi Mercedes y creí que cuando me bajara de él podría conducir igual de bien aunque llevara un “Ibiza”, aunque montara mi chiringuito.
Y sí, el Ibiza me llevaría a destino, pero de lo que no fui consciente es que no llegaría al mismo tiempo, y tampoco con las mismas prestaciones, e incluso que a aquellos que me abrían la puerta al llegar con mi Mercedes, después con el Ibiza, seguirían siendo igualmente educados pero no irían a darme la bienvenida.
Ahora es muy habitual y más en según qué edades, y así nos lo está inculcando la sociedad y el gobierno, de ser “emprendedores” de crearnos un auto-empleo. A partir de los 40 o te contratas tu o lo tienes francamente difícil. Uffff, no comparto para nada esta visión. Hay muchas opciones más, solo que uno no se para a descubrir cuál es la más adecuada para uno mismo.
Y lo peor incluso es que a veces sí las vemos pero es más cómodo estar en el lugar donde no tengo que tomar decisiones, porque realmente, estoy cansado. A estas edades, uno comienza a cansarse ¿verdad? Y entonces ¿qué pasa?
Hoy si quieres trabajar tienes que reinventarte. ¡Joder! quien invento la palabra reinventarse. Seguro que sigue tranquilamente sentado en su sofá. Y la pregunta es. ¿Cómo lo hago? ¿Cómo pongo en beneficio propio aquello en lo que yo sé que puedo sumar?
Yo solo he sabido hacer una cosa. Y ha sido, pararme. Si pararme a respirar. A ser consciente de donde estaba. A tomar el pulso de mi realidad. Para luego comenzar a pensar. Pensar en todo aquello que tiene que ver conmigo. Aquello que no me gusta, aquello que hago de una forma errónea e innata. Analizando cada detalle. Desnudando lo que todos de alguna forma queremos ocultar. Mis miedos, mis inseguridades, mis fracasos, mis errores, mis todos. Todo lo que soy. Incluido también lo bueno, lo extraordinario y lo positivo y a la vez también innato. Para luego, definitivamente poder elegir.
Si no me paro, no pienso y no analizo, lo que elija será un boleto jugado a la lotería, donde juegan todos y toca a uno, que nunca soy yo.