La teoría del espejo en el contexto político

La teoría del espejo uno de los recursos más utilizados en crecimiento personal y como consecuencia en la gestión personal dentro de la política.

No hay nada más útil que conocernos a nosotros mismos, como para comprender mejor determinados comportamientos de las personas que nos rodean.

Jacques Marie Émile Lacan psicoanalista y psiquiatra francés escribió esta teoría a mediados del siglo XX y viene a decir que aquello que nos disgusta o nos agrada de otra persona, en verdad no es otra cosa, que un reflejo de nosotros mismos.

Todos necesitamos ocultar nuestros defectos, fantasmas y nos cuesta reconocer nuestras carencias porque al hacerlo nos duele y molesta. A nadie nos gusta merodear en nuestras propias miserias.

En política uno está continuamente expuesto a la opinión de los demás, por eso, nace la creencia de ser impoluto ante la opinión publica, ser leal, honrado y valedor de la confianza prestada, y prevalece la necesidad de ocultar, de mirar a otro lado e ignorar aquello que nos molesta de nosotros mismos. Sin embargo, que no lo veamos, no significa que no esté y cuando nos relacionamos con alguien con carencias similares, éstas nos molestan porque en realidad están actuando como un espejo de nosotros mismos, de la misma manera que en muchas ocasiones, cuando atribuimos cualidades y bondades a otra persona, en realidad, lo que estamos haciendo es proyectar en ellas, esas cualidades y bondades que ya están presentes en nosotros.

Ahí surge la necesidad de ser honestos, de tener una actitud acorde con la verdad en nuestras relaciones con los demás, incluyendo a nuestra familia, amigos, compañeros de partido, personas de confianza y todas con las que nos relacionamos de una u otra forma en nuestro día a día.

Ser honesto, no tiene nada que ver con ser honrado. Lo primero tiene que ver con uno mismo, lo segundo con los demás.

Honestidad conlleva no ir en contra de tus propios valores, objetivos y deseos. Ser honrado es que tus acciones, valores, objetivos y deseos no dañen a los demás. Y cuando una palabra, un hecho o un pensamiento hiere, tanto si lo emites como si lo recibes, es sinónimo de que algo está realmente mal. Cuando, lo que escuchas no te gusta y lo que emites daña, es el momento de mirar adentro y descubrir qué provoca esa reacción.

Las reacciones suelen ser diferentes y dispares según tantas personas somos. Unos le llaman miedo, otros narcisismo, algunos le dicen ego, otros inseguridad y, muchos no le ponen nombre, sino frenos. Y cuando la vida nos pone frente al miedo, el ego o a la inseguridad de otro, y la recogemos como si fuera propia, entonces uno deja de ser honesto consigo mismo y honrado con aquel que tiene enfrente, parando la vida en seco, mientras se daña la confianza, la empatía y todo aquello que le da sentido.

No hay nada más triste que una mentira, ni mentira que pueda hacer sombra a una verdad. No es lo que decimos.
Ni cómo lo decimos.
Ni siquiera es lo que pensamos.
Ni tampoco, como actuamos.

Es cómo perciben los demás lo que dices y lo que no dices. Escuchan lo que hablas y lo que callas. Sienten lo que haces y lo que no haces.

Porque cuando uno deja de ser honesto, de escucharse, de seguirse, pierde el sentido de la realidad, se ciega con creencias estructuradas que sostienen la mentira, como mecanismo de defensa. Es cierto, que es una estrategia más de supervivencia asociada al autoengaño, que nadie nos libramos de emplearlo en algún momento de nuestra vida y, que bien utilizado, puede ayudarnos a superar momentos difíciles, sin embargo, si lo mantenemos en el tiempo de forma habitual, se vuelve en contra de uno mismo, y florece la frustración, apatía, unido a un sentimiento de que uno nunca hace nada bien, confrontando todo, y sufriendo cada día.

Vivir distorsionando la realidad para tapar la falta de capacidad de aceptar dicha frustración o enfrentarnos a nuestras propias emociones es no ser honestos con nosotros mismos. Por ello, para empezar a cambiar las cosas es necesario no juzgar, no cuestionar, simplemente aceptar quienes somos, qué hacemos, cómo lo hacemos, qué queremos, qué deseamos.

Esta teoría del espejo, nos invita a mirarnos más, a plantearnos qué necesidad hay detrás de esa forma de comportarnos, qué carencias o motivaciones internas nos impulsan a actuar de ese modo concreto. De esta manera, podremos llegar a ver a la otra persona desde otro punto de vista, lo que sin duda cambiará la vivencia que tengamos al relacionarnos con ella.

Mantenernos en el pensamiento diario con frases como, «no puedo», «esto no sé cómo gestionarlo», «no hago nada bien» es el billete seguro para romper la confianza, y ahí, solo tú decides si continuas actuando de la misma manera o si te animas a cambiar poco a poco esa actitud, para llegar a ser la mejor versión de ti mismo.

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