Luis Barcala: El alto precio de la oportunidad perdida

Vaya por delante, que mi reflexión está hecha desde el plano político, que no personal sobre la puesta en escena del hoy Alcalde de la ciudad de Alicante, Luis Barcala.

Cuando la política se vive cerca, los matices cuentan más, que cuando se vive en la distancia. Es imposible no ir a un acto político y mirar lo que otros no ven. Es difícil no analizar el contenido y el continente. Es inviable no desmenuzar las palabras. Es inadecuado e inadmisible no aprender de los éxitos y los errores del momento.

La política sigue teniendo los mismos pilares básicos que cuando Quinto Tulio Cicerón envió a su hermano Marco un pequeño breviario cuando se presentaba como candidato al consulado (máxima autoridad civil y militar) después de haber sido Senador y posteriormente Pretor.

Quinto Tulio ya observaba y entendía que un político, podía adquirir el talento, la experiencia y ofrecer la máxima dedicación, sin embargo, las apariencias siempre podían superar incluso esas cualidades. Y precisamente ayer se vivió un mar de intenciones que no fueron avaladas por las apariencias.

Cuando uno tiene un sueño, debe prepararse para él. En política ya no sirve la improvisación, pues llegado el momento, puede convertirse en realidad y no estar presto para asumir la responsabilidad que conlleva. Un sueño cambia la vida de la persona ya que lleva implícita la pasión y un sentimiento de ilusión creyendo que la felicidad más intima depende de él. Sin embargo, los deseos (quiero, deseo ser alcalde) puede cambiarnos la vida, aunque no forme parte de nuestra felicidad más íntima. Cuando uno lleva años dedicado a la vocación política y su mayor sueño es llegar a un lugar concreto, por ejemplo la alcaldía, debe capacitarse para ello, pues llegada la oportunidad, como ha sido el caso, puede pillarle a uno con el pie cambiado.

¿Para qué hago esta disociación entre deseos y sueños? Para contextualizar mejor, la oportunidad perdida de Luis Barcala.

Quienes llevamos tiempo siguiendo la política alicantina, sabemos que como toda persona pública, Barcala tiene sus adeptos y detractores; y si hiciéramos una encuesta a día de hoy, abundan más los últimos que los primeros, empezando desde dentro. Otra cosa es la capacidad que tiene el partido en cerrar filas y apoyar al que será el próximo candidato a la alcaldía de Alicante por el Partido Popular. El resultado de esa foto a día de hoy viene marcada por el contexto político vigente y que actualmente nadie reconoce o no quiere reconocer dentro del partido. La política no ha cambiado, lo que ha cambiado es la forma de hacer política. Y ayer ese cambio no se vio en un discurso que comienza en el minuto dos hablando de «un gobierno municipal desastroso que ha desgobernado esta ciudad durante tres años» y asentado en las mieles creídas y envueltas de logro, por haber sido el partido más votado, aún perdiendo 36.944 votos, donde nadie se cuestiona lo importante ¿Qué hemos hecho para perder la confianza de 36.944 personas? ¿Cual ha sido la causa para que 36.944 alicantinos dieran el voto a otras fuerzas políticas o simplemente no acudieran a las urnas? ¿Que no hemos entendido, ni escuchado para que 36.944 votantes no se sintieran orgullosos de coger la papeleta del Partido Popular?

Ayer, frente a 1300 personas Luis Barcala pagó un alto precio al encomiarse al presidente Mariano Rajoy y no al auditorio. Cuando uno toma la vara de mando, y en menos de diez dias tienes el apoyo incondicional del gobierno, y de tu partido, no hacen falta pleitesías a quien con sus hechos demuestran tu apoyo. No es lo mismo decir «Estoy orgulloso de mi partido, me siento muy orgulloso de nuestras siglas y me siento muy orgulloso del trabajo que está realizando nuestro partido gobernando España» que en este hipotético escenario decir que «Estoy orgulloso de cada una de las personas que siempre han apoyado y confiado en el Partido Popular de Alicante y que un día como hoy, siguen haciéndolo aquí, ahora» No es lo mismo enaltecer a las personas que alabar un partido. Aunque lo hiciera por el recibimiento obtenido y teniendo «los pelos como escarpias» Es clave entender que donde ponemos el foco de lo importante marca el tipo de líder que uno es.

Siempre, al inicio de mi trabajo, pregunto a mis clientes políticos ¿Cómo quieres ser recordado? Habitualmente siempre viene una respuesta llena de buenos propósitos de palabras bellas, lo que me lleva a seguir preguntando ¿Cómo lo harás?. Quien tiene respuesta, tiene hoja de ruta, aunque no sepa cómo implementarla. Ayer, lamentablemente no escuché durante diez minutos, ninguna hoja de ruta que no conociera y que no fuera tan manida. Tampoco percibí qué tipo de liderazgo quiere marcar Barcala. Ayer escuche palabras ausentes de emoción y de ideario político para mi ciudad. Asentar un discurso en la exigencia aunque sea hacia tu adversario, es no conectar con la realidad actual, con el hartazgo del «y yo más». Asentar el discurso con «Sabemos lo que quieren los alicantinos» es irse a un discurso salvador que ya no conecta con el votante. El lenguaje y su uso son claves para enganchar y enlazar en la mente del votante, así como en el corazón de las personas. Las palabras destruyen o construyen según su uso, lugar y escenario, y entrenarse para su buena utilización es imprescindible para toda persona que aspire a liderar a una ciudad como Alicante. Y no confundamos el arte de la oratoria con el conocimiento de la empatía y la destreza de saber conectar con las diferentes personas según su sistema de representación sensorial, esto último clave para el éxito de todo político. Si ayer en el ADDA hubiéramos puesto un audiómetro, tendríamos la certeza, que a excepción del inicio de la intervención de Barcala, donde la esperanza prevalece a la realidad, el resto de los diez minutos de gloria, los aplausos del auditorio eran paralelos a la emoción transmitida, es decir, plano.

La ciudadanía ya cuenta de forma inconsciente con políticas de empleo o garantías de cohesión nacional, que resuelvan sus problemas. Eso ya va implícito en el deber político. Ahora, lo que quiere y pide el pueblo es un político con la capacidad de hacer que el votante se sienta importante. Ya no vale decir «vamos a ir calle a calle»  Ahora toca hacer, antes que decir; y que los hechos hablen antes que las palabras. Llegar al corazón del votante es mirarle a los ojos, hablar, dialogar e incluso debatir.

Ayer escuché que el primer propósito de Luis Barcala era «alcanzar la normalidad institucional, porque el ayuntamiento de Alicante no puede ser uno de los problemas de los alicantinos» quedándome con ganas de escuchar el resto de sus propósitos como líder y alcalde de mi ciudad, así como esa hoja de ruta de la que hablábamos antes. Ayer me hubiera encantado escuchar, un discurso fresco, actual que marcara un antes y un después,  en el liderazgo de la ciudad,  y en la política de Alicante, rompiendo incluso con su perfil de oposición donde la critica era necesaria. Me hubiera encantado que se presentara ante los alicantinos como el alcalde que irrumpe la linea pasiva del ideario partidista nacional, que es lo que está apagando la historia de un partido de décadas que parece no entender el cambio de paradigma que estamos viviendo y abriera los ojos ante el mejor escenario, ante el presidente del gobierno, marcando el paso y diciendo alto y claro que se puede hacer política de una forma diferente, desde los valores que representa el Partido Popular. Pues como político, uno debe alinear los valores personales, con los del partido al que representa y ambos a una estrategia que le lleve a ganar. Y estas tres patas, asientan la coherencia en el discurso continuado de cualquier persona que quiera dedicarse al servicio público.

El Partido Popular de Alicante tiene 385 oportunidades, así como días, hasta las próximas elecciones del 2019. Si sabe Pararse, Pensar, Analizar para después Actuar podrá tomar nuevas decisiones que les lleve al objetivo marcado, mantener la alcaldía, porque solo el hecho de tener enfrente a un candidato que aparente ser mejor, como bien decía Quinto Tulio Cicerón, será la llave para que el hartazgo existente en la ciudad, diga definitivamente «ya no te creo» y da igual todos los esfuerzos que se hagan, porque en definitiva, la política no es regalar deseos, es cumplir sueños.

Soy consciente que esta reflexión genera controversia, sin embargo, también espero que haya alguien que tenga poder de decisión dentro del partido que sepa leer entrelineas.

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