Una persona ebria en Almería que forcejea con la policía porque no le sale de “los cojones” ponerse la mascarilla, una mujer de parto que igualmente en plenas facultades decide en el paritorio no ponerse la mascarilla, dando positivo y obligando a la matrona, enfermeras y médicos a guardar confinamiento por su decisión absurda, un grupo celebrando el ascenso, evitando la distancia social, unas jóvenes que de forma vejatoria tratan a una anciana o una manifestación negacionista que lidera la falsedad de quien la fomenta… son algunas de las historias que dan para escribir un bestseller con cada una de las noticias que sacan lo peor del ser humano. Lo mejor… ya si eso, lo dejamos para otro momento.
Sinceramente, quien no se adhiriere a la causa ¿tiene derechos? ¿tiene privilegios? ¿se merece nuestro respeto? o ¿nuestro saber hacer? Y ¿nuestra confianza? Porque en una sociedad donde todo requiere un engranaje para que funcione, la oveja negra, según se mire, NO marca la diferencia, sino que potencia la insolidaridad como bandera.
Vaya despropósito social y vaya dislate político. No podemos exigir a nadie, aquello que nosotros mismos no respetamos. Una sociedad se asienta en sus valores, sus creencias, su cultura y su historia, y todo esto lo tenemos “patas arriba” destrozado por intereses, egos, poder y mucha supremacía fomentada durante muchos años.
Hace apenas seis meses el mundo se paró en seco, y no hemos aprendido absolutamente nada.
Tras solo tres meses de confinamiento, hemos olvidado todo. Nos hemos sentido seguros en la terraza de un bar o en una reunión familiar. Vaya disparate, aunque es inevitable que el ser humano busque justificación para el cumplimiento de sus deseos, olvidando que en esto del coronavirus, no estamos solos. No es cuestión de individualismos, que todos tenemos “nuestros motivos” sino una cuestión de alto de miras donde lo global debe prevalecer en beneficio de la particularidad. Ya que el paso del tiempo nos está enseñando que la responsabilidad individual es lo único que suma para la mejora social.
Aunque claro, si prevalece el despropósito social, ¿cómo vamos a exigir que no exista una dislate político?
Si hace apenas seis meses, el mundo se paró en seco y no ha aprendido nada, España tampoco aprendió, incluidos sus mandatarios. El gobierno, con todo lo que conlleva una situación excepcional llevó a un país semana a semana al estado natural de incertidumbre constante, al cual nos acostumbramos por obligación y no por convicción.
Sin duda alguna, no marcar desde el inicio por parte de Sánchez un mensaje claro, directo y conciso fue el primer paso al desaliento que como sociedad no podíamos asumir.
El ser humano busca salidas al desaliento de forma natural y de ahí a los balcones, a la solidaridad, a darlo todo por los necesitados en compensación al despropósito político. Cada uno a su manera introdujo en su circulo más privado llamadas de aliento, compromiso con su trabajo y horas sin fin, solidaridad extrema en estado puro. Aunque solo 90 días después saliera del redil como un borrego sin pensar, queriendo una normalidad, que ya no era nueva, ni tampoco igual, que ha dado resultados devastadores y cuyas consecuencias se han ido cultivando a fuego lento mientras el liderazgo del país brillaba por su ausencia en el palacio de La Mareta.
Asumir responsabilidades en momentos cruciales ayuda en el liderazgo social. Ningún dirigente del gobierno está mirando en el espejo de quienes representa, a excepción de Illa que no ha dejado su lugar y su responsabilidad, con sus aciertos y errores.
Ahora preguntémonos, donde está Isabel Celaá o Manuel Castell con educación y universidades respectivamente, a tan solo diez días del comienzo del nuevo curso escolar, y no asentemos la justificación en la delegación de competencias a las Comunidades Autónomas. La responsabilidad de nuestros gobernantes se asienta en garantizar la confianza y seguridad en los ciudadanos. Donde ha estado Reyes Maroto estos meses tan cruciales para España ¿no sabes quién es? Es la ministra de Industria, Comercio y Turismo, queda todo dicho. Y ¿Yolanda Díaz?…
Ahora, eso sí, hemos sabido donde han descansado aquellos que han podido, mientras otros no se lo han podido permitir. Aquellos que no eran casta y querían cambiar el escenario político. Aquellos que sostienen un gobierno por interés personal mientras se olvidan de las promesas dadas. Y ahora volvemos al inicio de este artículo ¿Qué diferencias ven? Que al final, los valores y creencias individuales, independientemente del lugar que ocupemos, prevalecen frente al interés general.
Nuestra sociedad es reflejo de nuestras individualidades y nuestro gobierno lidera esas diferencias. Lo esperanzador es que los cambios pueden ser de arriba abajo o viceversa. Aquí apostamos por sumar desde abajo y cuando tengamos oportunidad de cambiar lo de arriba, no nos temblará el pulso.
Es una cuestión de dar un primer paso, poniendo a la SOLIDARIDAD como bandera.